A ver si ahora, desde el penoso ordenador del pato, puedo poner la versión real, en la manera que fue concebido el relato: Asesinato en carretera secundaria.
Había sido un gran día para Jack Spencer. Jack Spencer era un simpático hombre de negocios que se había recorrido todas las carreteras secundarias desde Orlando a Seattle. Jack era un hombre de media edad, con poco pelo y una sonrisa permanentemente grabada en su redonda cara. Le encantaba su trabajo, le encantaba dormir en moteles de carretera y comer en esos restaurantes frecuentados por los camioneros. Le entusiasmaba conocer aquellos pequeños pueblos alejados de la mano de Dios y, la verdad sea dicha, era bastante bueno en el trato con la gente. Se ganaba su confianza y se dejaba querer con facilidad. Conducía durante toda la semana y los viernes llegaba a casa para cenar. Verónica, a la que conocía desde su tierna infancia, le esperaba con un emparedado de carne y un trozo de tarta de manzana. Amaba con locura a Verónica y no dejaba de llamarla a todas horas, le contaba donde estaba, a donde iba, que tal le había ido en el último pueblo.... Y esta vez le había ido muy bien, tan bien que pese a ser Jueves ya se dirigía a casa, quería estar un poco más de tiempo con Verónica porque no habían podido celebrar su 40 aniversario, que había sido el martes, y quería hacerlo a lo grande.
Era mañana y el sol asomaba por lo alto de la colina de Salthill, Jack Spencer llevaba casi toda la noche conduciendo y estaba un poco aburrido, aún le quedaba un largo trecho por recorrer y estaba ansioso por llegar a casa. De repente vio a un autostopista, no sabía como aquella decisión que estaba a punto de tomar le cambiaría la vida. Aburrido, generoso, simpático... Jack Spencer no dudó dos veces y recogió a aquel hombre que vestía vaqueros, camisa de franela y llevaba mochila al hombro.
Jimmy Macmahon era un despojo humano. Desde pequeño su vida había sido una desgracia tras otra. Su padre procedía de una larga estirpe de policías de la Gran Ciudad. Respetados y honrados, el honor de la placa esta impreso en el corazón de los Macmahon. Jimmy se metía en problemas una y otra vez así que fue internado en una severa escuela militar. Sirvió dos años en la marina y fue graduado con deshonor por traficar con tabaco. Su padre movió todos los hilos que pudo para que pudiera ingresar en la academia de policía y lo consiguió. Una vez consiguió la placa, Jimmy se hizo el rey de su calle. Conocía a todos los traficantes, chulos y chorizos de la zona. Sus compañeros sabían de sus negocios sucios y miraban para otro lado... hasta que un día alguien salió herido. Una niña había sido violada y golpeada hasta la muerte. Jimmy estaba en el ajo. Su padre, Teniente ya retirado, volvió a tirar de sus influencias e hizo lo que cualquier padre haría por su hijo. Pero sería la última vez. Le obligó a dejar el uniforme y la placa y le dijo que se marchase para nunca volver. De eso hace ya veinte años. Jimmy vagabundea por las carreteras secundarias, busca pueblos pequeños donde encontrar un trabajo, pero una vez que lo consigue no tarda en emborracharse y meterse en líos. Su pelo rojo, sus pecas y sus ojos verdes han visto ya demasiados sitios, más de los que le hubiera gustado. A Jimmy no le gustan los líos, son los líos los gustan de él.
Jimmy se ha despertado con moretones en todo el cuerpo, tirado en una cuneta. A su lado, una botella del whisky más barato y un reguero de sangre. Todavía estaba dormido y el sol, que asomaba por el otro lado de la colina le cegaba. Siguió el rastro, se miró las manos y las tenía llenas de sangre, su camiseta blanca llena de tierra y sangre, también sus pantalones... y mal enterrada entre unos arbustos una bonita chica. Joven, muy joven. Su cara desfigurada, bañada en sangre y sus ojos, aterrorizados mirando fijamente a Jimmy. Jimmy no recuerda nada. Recuerda haber bebido de más en el último pueblo y pelearse con unos camioneros... pero no recuerda más.
Coge de su mochila una camisa de franela y tira la otra ensangrentada. Baja por un terraplén que lleva hasta la carretera. Un coche de policía pone las sirenas a funcionar y acelera a tope. Toda la sangre de Jimmy se le acumula en la cabeza y nervioso se gira. El coche pasa de largo. Jimmy se pone en un lado de la carretera y ve venir un ford marrón. Sube el pulgar y para su sorpresa el coche para.
Jimmy se sube sin siquiera agradecerle a aquel hombre el hecho de que parara. Era un hombre de media edad, poco pelo, cara redonda y un traje gris muy usado.
- Hola, me llamo Jack Spencer.- Dijo el conductor con una agradable sonrisa mientras extendía su mano.
Jimmy se quedó pensativo y mirando con desprecio.
-Soy Tom- mientras le apretó la mano sin muchas ganas.
-Bien Tom ¿a dónde se dirige?- dijo Jack mientras arrancaba.
-¿Hacia donde va usted?
-Hacia el sur.
-Pues yo también.
Jack Spencer estaba contento de tener alguien con quien hablar, no había reparado en el aspecto tan sospechoso que tenía aquel hombre.
-¿A que se dedica?, Tom, si es que puedo preguntárselo.- Dijo Jack con su tono amable.
-Soy agente de policía... era agente... agente de policía jubilado.
-¡Vaya! Jubilado. ¿No es usted muy joven?
- Me hirieron.- Jimmy hablaba con poco entusiasmo, mirando al frente con los ojos fijos en la carretera.
- Lo siento mucho, no quería... en fin.- Jack sabía que mentía. A lo largo de su vida había tratado con innumerables personas y sabía cuando estas mentían.- Yo soy viajante.¡Je,Je! Ya ve, me recorro los pueblos de la América profunda para ganarme unos pavos mientras los gerifaltes están cómodamente sentados contando sus miles de dólares. ¡Je, je! Pero no me quejo, ¡no señor! Soy feliz. Lo siento si hablo demasiado, pero es que llevo oyendo la radio demasiadas horas y necesito darle a la sin hueso. ¡Je,je! ¿Le molesta?
- En absoluto- masculló Jimmy con cara seria.
- En fin, me dedico a abastecer al pequeño empresario con productos diversos, desde televisores a motosierras... lo que necesiten, yo lo consigo. Precisamente vengo de cerrar un trato muy interesante...
Y Jack Spencer siguió hablando y hablando mientras Jimmy Macmahon contaba hasta diez una y otra vez para no aplastarle y abrirle la cabeza contra el volante de su maldito ford. a aquel gordinflón....
- …y creo que Los Angeles Lakers podrán volver a ganar la li...- en ese momento pasaron un cartel que decía “Bienvenidos a Drymeadow”- creo que voy a para aquí para comer algo.
En ese momento Jimmy reaccionó, se sobresaltó - ¡No paré aquí! – Dándose cuenta de su extraño comportamiento se tranquilizó y trato de disimular – conozco bien el pueblo y no hay ningún restaurante decente.
- Bueno amigo. Me temo que no sólo yo tengo hambre ¡Je,je!- sonreía Jack mientras señalaba el nivel de gasolina.
Drymeadow era uno de tantos pueblos en los que no pasa nada salvo el tiempo. La carretera, la tierra seca y unas cuantas casas. Jack Spencer había pasado por infinidad de pueblos como Drymeadow.
Aparcó Jack Spencer su ford marrón delante de la gasolinera. Un hombre muy mayor la atendía.
- ¡Buenos días buen hombre! ¿Sería tan amable de llenarme el depósito?
El anciano se movió lentamente sin decir palabra.
- ¿Sabría decirme donde hay una buena cafetería?
El anciano se giró como si le costara muchísimo hacerlo y señaló un local que estaba justo detrás de él.
- ¿Me acompaña, Tom?
Jimmy ni se dio por aludido, no escuchaba a Jack sólo veía el coche de policía que estaba aparcado enfrente de la cafetería.
- ¿Señor? ¿Tom?
- No gracias, prefiero quedarme en el coche y descansar.
- ¡Venga hombre! Le invito.
- No gracias, en serio.
- En fin, como quieras.- Jack se dio media vuelta con su permanente sonrisa. Con disimulo le dijo al anciano al oído – Me cuida del coche- a la vez que le metía un billete de veinte dólares en el bolsillo. El anciano apretó su boca desdentada y puso cara seria para ofrecer un gesto afirmativo.
Jack Spencer era confiado, más confiado de lo que lo es la gente normal, pero eso no quiere decir que fuese tonto. Entró rápido y se acercó a la barra. No coqueteó con la camarera como en él era costumbre, simplemente le pidió el desayuno especial de la casa. Luego se dirigió al teléfono que había en la entrada.
- ¿Querida? Estoy de camino, hoy por la noche espero estar en casa. Ya te contaré... si, si. Ayer fue un día maravilloso, fantástico. Tendré cuidado, mucho cuidado. Tranquila. Yo también te quiero.
Jack colgó y se sentó justo enfrente de una pareja de policías. Lo hizo porque desde allí podía ver su ford marrón. Antes de sentarse saludó a los policías.
Desde el otro lado de la calle, Jimmy Macmahon no quitaba ojo de la cafetería. Sudores le recorrían el cuerpo. En cuanto vio al gordinflón llamar por teléfono pensó en lo peor, pero pudo controlarse y se tranquilizó. Pero en cuanto vio que aquel estúpido se sentaba al lado de los policías un millón de cosas se le pasaron por la cabeza. Primero que lo había descubierto y estaba contándoles a los policías que un hombre de aspecto sospechoso estaba en su coche. Su instinto policial le decía que aquel “primo” no se daría cuenta de que él era un delincuente ni aunque lo viese con una pistola humeante en la mano. Pero luego pensó que aquel bocazas podía decirles que le acompañaba un policía jubilado, un “herido en combate” de una Gran Ciudad. Sin duda, para un policía del tres al cuarto de un pueblo que estaba más lejos que los cuernos del demonio debía de ser un héroe... se acercarían a conocerle y entonces se destaparía todo el pastel. Pero Jimmy se tranquilizó. Pensó en todos los delincuentes que había “trincado” se sabía que eran delincuentes porque parecían delincuentes, actuaban como delincuentes y se delataban como delincuentes. Debía mantener la compostura, por lo menos tanto como le fuera posible.
Los policías hablaban entre sí.
- ¿Una chiquillada?
-¿Si una chiquillada? Aparecerá hoy a la tarde con tres chupetones en el cuello. Pasa a veces, ya te acostumbrarás.
- Pedí este destino porque no me gusta la acción, soy un hombre tranquilo.
-¿Tranquilo? Tu lo que eres es un maldito vago.
- Ya. Y tu Conley ¿Por qué estás aquí, Conley?
- Para ti, Sargento Conley, muchachito- dijo mientras pegaba un gran sorbo a su tazón de café. – sigo aquí por que Marta- señalando con el tazón a la camarera- es la única que sabe que cantidad de café me gusta tomar por las mañanas. ¿Has visto, chaval, la porquería de café que te ponen en una ciudad? Con eso no me despierto. Yo necesito el tazón que me da Marta todas las mañanas. Si estuviera en la ciudad tomaría un minúsculo café y estaría dormido todo el día. Un delincuente cualquiera me pillaría desprevenido y ¡zás!- golpeó la mesa sobresaltando al joven oficial Adrian Campbell- al hoyo.
- ¿Al hoyo?- dijo Campbell con ojos saltones.
- Al hoyo. Y luego que haría tu mujer sin un hombre de verdad a su lado.
- ¡Que te den, imbécil!
- Para ti, Señor imbécil. Pago yo.
Campbell y Conley se levantaron entre risas y fueron a junto de Marta para pagar. Antes de salir saludaron a Jack Spencer.
Jimmy no lo aguantó más y salió del coche sin que el hombre de la gasolina se diera cuenta. Agachado, corrió tan rápido cruzó la carretera y se perdió entre rocas y arbustos.
Campbell y Conley montaron en su coche patrulla y se pusieron a ojear unos mapas.
-Bueno creo que debemos empezar la búsqueda por Salthill.
-¿Por que por allí?- respondió Campbell
-Porque era allí donde me cepillaba a Sally Hurly cuando tenía 17 años.
-Ya.
En ese momento Jack Spencer salió de la cafetería y se dirigió a su coche.
- ¡Vaya! Y Tom. ¿Ha visto a mi amigo, buen hombre?
El hombre de la gasolinera movió los hombros con desdén y arqueó las cejas.
-Bueno, ¡que se le va a hacer! Tome, por las molestias, quédese con la vuelta.- y le dio un billete de 50 dólares.
-¡¡Muchas gracias señor!!- dijo el anciano de la gasolinera con una voz ronca que nadie diría que podía salir de aquel cuerpo enclenque que enfundaba en su roído mono azul.
Jack Spencer sonrió y montó en su coche. Puso la llave de contacto y aceleró. Llegó al cruce que le reincorporaba a la carretera y sin hacer caso al stop giró. Cerca estuvo de chocar con otro coche de policía, que a gran velocidad ni siquiera paró. Jack siguió como si nada hubiese ocurrido.
Mientras los dos policías no perdían de vista lo sucedido. Primero se fijaron en la infracción y luego en que el coche con el que casi choca era el del Sheriff Nelson.
-¿Qué demonios pasará?
-No tengo ni idea chaval, pero ese tío se ha comido un desayuno especial de mi Marta, se ha comido un stop y ahora, de postre, se va a comer una multa. ¡Vamos!
El coche de policía arrancó con las sirenas y levantó un espeso campo de polvo en la cafetería de Marta.
Cien metros recorrió el viejo ford marrón de Jack Spencer hasta oír y ver las sirenas de la policía. Sin dudar, se hizo a un lado y bajó la ventanilla. El más veterano de los agentes se acercó con su sombrero y gafas de sol. El joven, sin nada de eso se quedó detrás del coche comprobando la matrícula.
- Buenos días de nuevo caballero.- dijo el agente con un tono muy profesional.
-¿Algún problema, agente?- Jack buscaba su carnet de conducir en la guantera.
-Se ha saltado un stop ahí atrás.
-¡Vaya, no me diga! No me he dado ni cuenta. A cuanto asciende la multa.
-Antes tenemos que comprobar su matrícula.
-¿Por qué?
-No se preocupe, es el procedimiento habitual.
El joven oficial Campbell sostenía un aparato electrónico en sus manos pero no parecía aclararse. Conley acudió en su ayuda.
-¿Qué demonios pasa, chaval?
-No se, no aparece ningún dato de esta matrícula. Es como si este maldito aparato se quedara bloqueado.
Conley arrebato el instrumento a Campbell y lo aporreó hasta que dio señales de vida... por un instante, luego se apagó definitivamente. En ese momento un aviso les llegó desde la radio del coche.
-¡¡Marty!!.... me oyes? Aquí el Sheriff Nelson.
-Habla jefe.- respondió el sargento Conlon.
-Acudid rápido a comisaría. La hija de Morgan Clipshaw ha aparecido muerta y tenemos un sospechoso. Vamos de camino a comisaría y necesitaremos refuerzos.
-De acuerdo jefe, vamos para allá.- y luego cortó.
-¿Qué hacemos con este? Pregunto el joven Campbell.
-Tenemos que llevarlo a comisaría.
El sargento Conley se levantó y con paso firme se acercó de nuevo a la ventanilla del ford marrón.
-Lo siento caballero- mientras le entregaba el carnet de conducir- pero debe acompañarnos a comisaría.
Jack Spencer empezaba a pensar que hoy no iba a ser un día tan maravilloso como lo había sido el anterior.
-Hay algún problema.- Preguntó Jack con su incansable sonrisa.
-De verdad que lo lamento, pero no funciona nuestro lector de matrículas y debemos acudir a la central es el pro...
-Ya, ya, el procedimiento habitual. En fin.- se resignó Jack- si no hay más remedio.
Montó en el coche patrulla y este salió disparado en dirección contraria volviendo a entrar en el pueblo.
Campbell parecía estar nervioso.
-Vaya desgracia- se lamentaba para si mismo- y aún por encima en mi primera semana.
-¡Serás egoísta!- Conley no se contuvo ni aún sabiendo que llevaba a un forastero en la parte trasera del coche.- ¡Una chiquilla ha sido asesinada!... y tu te preocupas por el jaleo que eso conlleva.
-Tienes razón, lo siento.- Se disculpó Campbell un poco sonrojado.
No tardaron más de diez minutos en llegar a comisaría. El coche del Sheriff Nolan estaba allí. Aparcaron y se bajaron acompañando a Jack dentro de la misma. No se esperaban el jaleo que había en el interior. El jefe Nolan, y su sobrino Ricky trataban de reducir a Jimmy Macmahon quien estaba fuera de sus casillas. Jack palideció. Los agentes entraron en acción y entre los cuatro fueron quien de reducirlo por completo y llevarlo al calabozo.
-¿Qué demonios ha pasado, jefe?- preguntó Conley alterado.
-Este tipo fue el que armó aquél jaleo hace un par de días en el bar de Morgan Clipshaw. Cuando volvíamos de Salthill, nos encontramos con este pájaro vagando por ahí.
-¡Dios chicos!- interrumpió Ricky- teníais que haber visto a la pequeña Clipshaw. Estaba cubierta de sangre, la habían rajado de arriba abajo.
-¡Calla Ricky!- Dijo el Sheriff con su voz ronca- El problema es que ya se han enterado los hermanos Fuller y pronto se enteraran los demás.
-¿Y qué pasa?- dijo Campbell, quien parecía estar fuera de la conversación.
Ricky, Conley y el Sheriff no eran más grandes de Adrian Campbell pero en aquel momento lo parecieron. Lo miraron con la cara que mira un padre a un hijo que se mete donde no le llaman. El sheriff pasó su lengua por los labios y se toqueteo el bigote. Luego dio un paso adelante y cogió al oficial Campbell por los hombros y mirándolo fijamente le dijo
-Cuando los hermanos Fuller, Clipshaw y todos los borrachos del bar vengan para aquí, van a entrar y coger a este miserable ser y le harán lo que a mi no me está permitido.... – luego se giró y masculló- pero que haría con gusto.
-¿Ha confesado?- Campbell no se acobardó.
-Encontrámos una camiseta blanca de su talla manchada de sangre en la escena- respondió el sheriff con poco interés
-Y ¿quién es éste?- preguntó Ricky.
-Es un forastero que se saltó un stop- se apresuró a responder Conley.- la máquina ha vuelto a fallar.
Entonces, cuando se disponían a comprobar los datos de Jack Spencer, la luz se apagó.
-¡¡Maldita sea!! ¡Ya están aquí!- dijo Ricky
-¡Coged los rifles!- gruñó el Sheriff.
-¿Será necesario?- todo lo que decía Campbel parecía molestar al Sheriff Nolan.
-Mira niño, llevas aquí cinco minutos y yo crecí con esos borrachos. Si quieres salir a convencerles de que no pueden hacer esto, yo no te lo voy a impedir, pero va a ser mejor que tengas un buen seguro médico porque te va a dar un paliza de la que no te olvidarás con facilidad.
-Quizás deberías dejar que fuera, tío- dijo Ricky con una sonrisa bobalicona en la cara.
-¡Cállate Ricky!- respondió el Sheriff como siempre.
Conley decidió tomar el mando de las operaciones, pensaba más rápido que el Sheriff.
-Adrian, llévate al señor Spencer al calabozo. Allí estará seguro.
Jack comenzaba a tener miedo de verdad. A penas pudo balbucear unas palabras que nadie oyó.
-El Sheriff y yo saldremos fuera y te cubriremos Ricky, tu pones en marcha el coche. Arrancas y nos esperas por la parte de atrás. El Sheriff y yo sacaremos a ese tipo y lo llevaremos a la central del condado.
-Bien pensado Conley.- asintió el jefe Nolan.
-Y yo mientras que hago.- Dijo Adrian Campbell.
-Esperas delante del calabozo, con el señor Spencer.
El plan era bueno pero no funcionaría. Ricky salió disparado hacia el coche pero una pedrada le dio en la cabeza y lo tumbó en el suelo. Nadie la vio llegar. El Sheriff Nolan y Conley se quedaron perplejos, paralizados.
Mientras en el calabozo, Jimmy no paraba de gritar.
-¿Qué está pasando? ¡¡¡Dejadme salir!!! ¡¡¡¡soy inocente!!!
En la celda de a lado Adrian Campbell metió a Jack Spencer. Un Jack Spencer desconocido, asustado y atemorizado. Aquello no podía estar pasándole.
Entonces se oyeron dos disparos y gritos.
-¡¡¡Dios mío van a matarme!!! Los ojos verdes de Jimmy parecían salirse de sus órbitas. Tiene que protegerme. ¡¡Escóndame, dios santo!!
Seguían sonado disparos y Adrian Campbell estaba nervioso.
-De acuerdo. Le esconderé en el sótano. No se le ocurra jugármela, porque no dudaré en disparar.
Adrian Campbell abrió la celda y apuntó a Jimmy Macmahon con su rifle. Jimmy seguía esposado.
-¿Y a mi qué? No me dejará aquí solo ¿verdad?- dijo Jack con la voz entrecortada.
-Tranquilo, ahora vendré por usted señor Spencer - dijo Campbel. Mientras lo dijo no pudo evitar echar una mirada a la celda de Jack Spencer y perder de vista a Jimmy. De un cabezazo lo tumbó. Lo dejó K.O.
-¡Santo dios!- exclamó Jack.
-Tranquilo amigo. No le mataré.- Jimmy se había hecho con las llaves de las esposas y también con el rifle.- Desnúdese señor viajante.
Rápidamente Jimmy abandonó la comisaría por la puerta de atrás con un traje gris que le quedaba un poco grande. Adrian Campbell estaba encerrado en el sótano y Jack Spencer tenía una camisa de franela y unos pantalones manchados de sangre. Un minuto después un grupo de exaltados se hizo con el control de la comisaria. Debían ser unos diez hombres armados hasta los dientes y muy, muy enfurecidos. Con gritos e insultos entraron en el calabozo y con una gran cizalla rompieron la verja que les separaba de Jack Spencer. Trató de defenderse, de decir la verdad pero las patadas en el estómago y la cara no le dejaban hablar. Pronto quedó inconsciente.
La tierra de Drymeadow es seca, llena de piedras, polvorienta. El cuerpo de Jack Spencer fue arrastrado como un saco de patatas. Las piedras le produjeron rasguños y cortes que le despertaron. Abrió los ojos y sólo vio polvo y luego intentó moverse, sin poder hacerlo. Lo habían maniatado y ahora se disponían a colgarlo de una grúa que había cerca de la comisaría.
Jack Spencer trato desesperadamente de decir que era inocente, que no había hecho nada... pero era inútil. Tenía la soga al cuello, literalmente, y estaba a punto de ser colgado cuando un disparo de rifle acertó en la pierna derecha de uno de los hermanos Fuller. Este calló al suelo y comenzó a gritar como un animal herido. Luego una voz amplificada retumbó en la zona.
-¡¡Suelten a ese pobre hombre!!. ¡Él no ha hecho nada!.- Era la voz de Jimmy Macmahon quien en un arranque de remordimiento había cogido un altavoz de la policía y se disponía a liberar a aquel pobre hombre que él mismo había incriminado. Era imposible ver el lugar donde Macmahon estaba escondido.- ¡Si no sueltan a ese pobre hombre el próximo disparo irá directo al corazón!.
El pequeño de los hermanos Fuller había ido a auxiliar a su hermano y el mayor se encargó de cortar la soga. Jack Spencer cayó al suelo y Clipshaw no pudo evitar darle una patada en la cara. Una bala volvió a silbar. Todos se quedaron paralizados.
Ricky se había despertado y aún desorientado, se encontró con su tió y el sargento Conley atados de pies y manos y amordazados. Una vez desatados acudieron los tres con sus rifles hasta la grúa. Allí detuvieron a la muchedumbre que iba a apalear a Jack Spencer.
Nunca se volvió a saber de Jimmy Macmahon por aquellas tierras.
Una vez de vuelta en la comisaría Conley, Campbell, Ricky y el sheriff Nolan parecían como avergonzados delante de Jack Spencer, pero Jack era capaz de ver siempre el vaso medio lleno.
-Sabía que hoy me pasaría algo malo. Es normal, ayer fue un día perfecto.
-No se que decirle. Lo lamento mucho.- Dijo el sheriff Nolan.
-Si quiere poner una denuncia está en su derecho- interrumpió el joven Campbell. Sus compañeros no parecieron molestarse pero en realidad estaban pensando en callar al novato.
-No, no. Haremos un trato, me perdonan la multa y yo olvido este trágico incidente.
-No me parece un trato justo señor Spencer- Dijo Nolan con tono serio.
-Será una buena anécdota. Los gerifaltes de la oficina que no se mueven más que para contar el dinero no me creerán ¡Je,Je!
-En que trabaja señor Spencer.- preguntó Ricky.
-Vendo Biblias y enciclopedias a domicilio.
-De verás que lo lamento. Vuelva cuando quiera señor Spencer, le doy mi palabra de que siempre será bien recibido- apuntaló el Sheriff.
-¡Je,je! Creo que estaré un tiempo sin pasar por aquí. Un siglo ¡je,je! O algo más. Bueno. He de continuar mi viaje.
Jack Spencer abandonó el pueblo de Drymeadow y siguió su trayecto por la carretera mientras la noche se iba apoderando del paisaje. Su intención de llegar a casa antes de tiempo se había esfumado hacía muchas horas. Las estrellas colgaban del cielo con reluciente fulgor y decoraban aquel desolado paisaje con una belleza natural inigualable. Jack Spencer se fijó en una antigua gasolinera que parecía abandonada en el medio de la nada.
Paró allí con la esperanza de encontrar una cabina desde la que poder llamar a su amada Verónica. Tuvo suerte pues encontró una cabina, que aún estando en mal estado, funcionaba perfectamente. Era tarde, pero Verónica aún estaría pegada al teléfono.
-Hola querida. Lo siento, pero como ves no podré llegar hoy. De todas maneras intentaré estar ahí por la mañana... No, no te preocupes, sabes que estoy acostumbrado a conducir de noche...
Pero en ese momento ocurrió algo que cambiaría los planes de Jack Spencer. Un coche llegó renqueante, echando humo y moviéndose a impulsos indicando claramente que estaba en las últimas. Una joven chica de cabello oscuro y largo salió del coche y levantó el capó.
-... Bueno pensándolo mejor cariño, tal vez tengas razón y deba quedarme en un Motel esta noche. Parece que se pondrá a llover de un momento a otro y sería peligroso.- Jack seguía hablando y miraba como a unos cien metros la chica, quien no se había percatado de que había alguien más allí, desesperada se volvía a meter en el coche.- Yo también te quiero cariño, yo también te quiero. Hasta mañana.
Jack Spencer encendió los faros de su ford marrón y se puso delante. La joven se sobresaltó al ver una silueta. El rostro de Jack estaba completamente oscurecido, sólo su dentadura resplandeciente, mostrando su sonrisa destacaba en la negritud. Se acercó con cautela saludando amablemente como en él era normal.
-Buenas noches, señorita. Veo que tiene problemas con su coche.
-Así es- sonaba lejana pues no había bajado la ventanilla.
-Bueno pues si usted quiere puedo echarle un vistazo. ¡Ha tenido suerte! Soy mecánico.- Dijo Jack con una de sus mejores sonrisas.
-No tiene pinta de mecánico- La joven parecía no confiar del todo en el extraño.
-Pues soy mecánico, si me abre el capó le podré ayudar.
La chica pareció relajarse un poco. Abrió el capó pero ella continuó sentada en el interior de su coche. Jack comenzó a trabajar en el motor. Pasados unos minutos, con Jack Spencer ya sin chaqueta y remangado avisó a la joven.
-Voy a necesitar que venga aquí un momento.- Dijo en voz alta.
-¿Qué?
-La necesito para que sujete esta bujía mientras aprieto la tuerca del rotor.
La joven bajó del coche y Jack Spencer volvió a sonreír.
Al día siguiente, en la cafetería de Marta, el sargento Conley y el oficial Adrian Campbell comían como todos los días.
-¿Por qué comes los malditos guisantes uno a uno? – preguntó Campbell.
-Me encantan los guisantes de Marta- respondió Conley mientras le guiñaba un ojo a la propia Marta.
-Es que me desesperas, siempre tengo que esperar diez minutos para que te acabes los malditos guisantes. ¡Si son congelados!
-Chaval, no te metas con los guisantes de mi Marta si no te quieres meter en un lío. Tienes suerte de que tenga satisfecha a tu mujer porque este mal humor os podría traer problemas.
-¡Que te den imbécil!
-Para ti, Señor imbécil. Hoy te toca pagar a ti.
Los dos policías salieron de la cafetería y se subieron al coche patrulla. Anduvieron por la carretera un buen rato cuando a lo lejos vieron un coche que superaba ampliamente el límite de velocidad. Sirenas y como una bala, detrás de él.
-Buenas tardes señor- El sargento Conley se acercó a la ventanilla.
-Buenas tardes agente.- respondió un hombre joven.
-¿Sabe a que velocidad iba?
-Pues no la verdad.
-A más de 80 millas por hora y aquí no se puede ir a más de 50. Está todo bien- dijo Conley devolviendo el carnet.- Tendrá que esperar a que mi compañero compruebe su matrícula y... disculpe- Conley vio como nuevamente el aparato no funcionaba y se dirigió a junto de Campbell quien hacía gestos de impotencia.
-Trae aquí- Conley aporreó con fuerza el trasto y en ese momento salieron los datos policiales de un ford y la foto de Jack Spencer
NOMBRE: William Berkovitz
EDAD: 53 años
ALTURA: 1metro 65 centimetros.
ANTECEDENTES: 15 años en la prisión Roseland de Kansas por violación de una menor.
ACUALMENTE: Buscado por presunta implicación en 23 casos de asesinato y violación en diversos estados.
¡¡MUY PELIGROSO!! Informe de inmediato al F.B.I
viernes, 18 de enero de 2008
Asesinato en carretera secundaria(versión del director)
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2 comentarios:
Meu anterior comentario esvaeceuse no aire virtual... dicir que me parece un relato moi "Suegrero", onde o bo e simpático protagonista sofre todos os malos tratos da vida. Cando se salva e sae "indemne" (magullado e golpeado por unha chusma linchadora), comeza a "cheirar mal" a cousa, non pode ser tan bo e simpático e non morrer no intento(así é o Universo Suegrero). Cando afirma vender biblias... todo encaixa.
Moi ben, a ver cando se publica o seguinte, e agradécese o cambio de imaxe que sufriu (lol)
je, simpática pareja de policías...
pero.. ¿pretendes hacernos creer que al malo malísimo de Jimmy Macmahon le entran remordimientos??
hombre, entiendo q sino no había historia, pero... no me lo creo!
aún así, a ver si continúa la serie suegril
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