lunes, 17 de marzo de 2014
El excremento que fue limpiado del ano y abandonado a su suerte
por... Mente Purulenta @ 21:20:00
Etiquetas: Adivinanzas, Cousas da Proxenie, Foto, Inclasificable, relatos
jueves, 6 de marzo de 2014
"El Pato del Apocalipsis y su Detestable Progenie" ha muerto
Sí, amigos, es cierto. El creador de www.blogger.com, Linus Hälmstrom, ha decidido cerrar este blog por no haberse publicado ni una mísera entrada a lo largo del extenso mes de febrero.
Todo empezó en el mes de diciembre de 2007, al menos los arqueólogos no han encontrado vestigios anteriores a esa fecha que indiquen lo contrario, y empezó fuerte, con 44 posts que superan exactamente en 44 a los posts publicados en el pasado mes de febrero. Era un proyecto ilusionante que prometía grandes ratos de ocio y recogimiento (que no sé lo que significa, pero creo que suena bien, y al fin y al cabo qué más da si está mal usada la palabra, ya que el blog va a desaparecer antes de que alguien lea esto).
El siguiente año (2008) fue el más prolijo e ingenioso (en inglés: long-winded and artful) (con calzador, sólo apto para plantas, y no de los pies precisamente) de todos los años que tiene este blog (casi 7, según los historiadores, claro). A partir de ese año, coincidiendo con la segunda legislatura de ZP y la crisis mundial, la inspiración y el tiempo libre se vieron mermados considerablemente, y las publicaciones bajaron en número y calidad progresivamente. Tampoco ayudó a esta situación de decadencia socio-económica que algunos miembros de la progenie se dedicasen a procrear. Algo que va totalmente en contra de las reglas no escritas de la membresía apocalíptica. (No sé por qué de repente me apetece membrillo...)
Comenzado ya el tercer mes de 2014, solo se ha publicado un post (en el mes de enero), y de muy baja calidad, todo sea dicho. Ni siquiera lo he leído, por eso sé que es malo. Si lo hubiese leído podría decir algo positivo de él, pero tampoco es cuestión de inventar, por eso me inclino a decir que es una mierda. ¿Se puede decir mierda, verdad? Boh, si total nos van a cerrar el blog...
"Por cierto, que no os parezca mal si os estoy dando la espalda, es que si me giro me da el sol de frente". Lobios, 2007 (?)
Patodelapocalipsis R.I.P.
sábado, 25 de febrero de 2012
Hansel e Gretel
Como esta noite non durmo na casa dos meus pais, e a xente coa que vivo non sabe ler, tiven que buscar a alguén por internete que me lera un conto antes de deitarme. Non foi tarefa fácil, é houbo que facer un casting de carácter retroactivo, porque o conto era para esta noite do 24 ao 25 de febreiro, e foi gravado o pasado día 16...pero como é un conto todo é posible.
Esta é a versión orixinal en formato audiovisual dese grande clásico da literatura:
E non aplaudades, que hai que durmir!
jueves, 10 de marzo de 2011
Retrancaciones
No os asustéis, no dura 29 minutos...Buenafuente le había prometido 12 minutos de entrevista, pero se lío y se convirtieron en 21 (+ o -).
por... Mente Purulenta @ 12:26:00
Etiquetas: basket, Cine, España Castiza, gastronomía, música, Outros deportes, Patriotismo., relatos, star wars, TV
martes, 15 de febrero de 2011
Cocretas
viernes, 28 de noviembre de 2008
lunes, 7 de julio de 2008
Asesinato en los Tilos
... y esta es una historia tan aterradora como real. No la conocía y ayer, viendo un interesante progama de televisión(como no, la televisión siempre siendo una fuente imprescindible) pude acceder a ella e impresionado, ahora os la cuento.
Hace ahora 20 años sucedió que en las afueras de Santiago se cometió un terrible crímen. Truculento suceso. Sangrienta y siniestra historia; tan real como la vida misma.
Un joven profesor de ciencias naturales vivía con su mujer en una bonita casa. Ella trabajaba de ATS en el hospital y ambos colaboraban y participaban en la vida política de la ciudad. Una pareja aparentemente feliz, con dos hijas. Una de 4 años y la otra recien nacida. Pero detrás de esa aparente felicidad algo que nadie sabía debía estar sucediendo. Y estalló una soleada tarde del verano de 1988.
Unos gritos desesperados escaparon por la ventana. Ella le decía que estaba cansada, que ya no le quería.Divorcio.
Él, tranquilamente, fue a la cocina y cogió un cuchillo de grandes dimensiones. Lo insertó en el costado de su mujer, en el vientre, en la cara... una y otra vez. Los gritos de angustia y dolor no pasaron desapercibidos. Según parece, algún vecino, oyó con claridad como ella decía: "¡¡¿Pero qué hicisté?!!. ¡¡Me clavaste un cuchillo!!!
Muerta ya, con sus hijas presentes, el profesor de ciencias se preparó para realizar una bisectomía.
Con afilados cuchillos abrió el tórax de su mujer y con precisión quirúrjica le extrajo los pulmones y el corazón.
Al rato, advertidos por unos vecinos, una pareja de la Guardia Civil llegó al lugar y llamaron a su puerta. Con calma en su voz, el homicida respondió a la llamada con un terrorífico "Esperen, aún no terminé". Luego, ensangrentado por completo, abrió la puerta de su casa y la pareja entró. Lo que allí vieron no se les olvidaría jamás.
El cuerpo de la mujer completamente abierto, con los pulmones y el corazón en el suelo, la cara cortada y los ojos fuera de sus cuencas.
En posteriores comentarios tras ser detenido se limitó a señalar que hizo lo que hizo porque ella, su "ex mujer"- pues así se refirió a ella, pretendía quitarle a sus hijas.
Según se contó él fue a parar a un hospital psiquiatrico alejado de esta zona, pero pasados ya 20 años es muy probable que ya ande suelto.
Yo no conocía en absoluto esta historia y aunque en el progama decían que en Santiago se guarda un respetuoso silencio... lo que creo que debían haber dicho es que ni cristo lo recuerda.
martes, 27 de mayo de 2008
El Fabuloso caso de Demiens y su horrible tortura
Demiens debía ser llevado en carreta a la plaza de Greve y sobre un cadalso que allí había sido levantado deberian serle atenazadas las tetillas, los brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, cogiendo esta el cuchillo con el que cometió el delito, quemada con fuego, azufre, y sobre las partes atenazadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo sería estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento.

Un ayudante, arremangado por encima de los codos, tomó unas tenazas de acero, hechas para el caso, largas de un pie y medio aporximadamente, y le atenaceó primero la pantorrilla de la pierna derecha, después el muslo, de ahí pasó a las dos mollas del brazo derecho, y a continuación las tetillas. A este oficial, aunque fuerte y robusto, le costó mucho trabajo arrancar los trozos de carne con las tenzas dos y tres veces del mismo lado, retorciendo, y lo que sacaba de cada porción dejaba una llaga del tamaño de un "escudo de seis libras"
Después de estos atenaceamientos, Damiens, que gritaba mucho aunque sin maldecir, levantaba la cabeza y miraba a todos lados. El mismo atenaceador tomó con una cuchara de hierro del caldero mezcla hirviendo, la cual vertió en abundancia sobrecada llaga. A continuación , ataron con soguillas las cuerdas destinadas al tiro de los caballos, y después se amarraron aquellas a cada miembro a lo largo de los muslos, piernas y brazos.
"El señor Le Breton, escribano, se acercó repetidas veces al reo para preguntarle si no tenía algo que decir. Dijo que no; gritaba como representan a los condenados, que no hay cómo se diga, a cada tormento: '¡Perdón, Dios mío! Perdón, Señor.' A pesar de todos los sufrimientos dichos, levantaba de cuando en cuando la cabeza y se miraba valientemente. Las sogas, tan apretadas por los hombres que tiraban de los cabos, le hacían sufrir dolores indecibles. El señor Le Breton se le volvió a acercar y le preguntó si no quería decir nada; dijo que no. Unos cuantos confesores se acercaron y le hablaron buen rato. Besaba de buena voluntad el crucifijo que le presentaban; tendía los labios y decía siempre: 'Perdón, Señor.'
"Los caballos dieron una arremetida, tirando cada uno de un miembro en derechura, sujeto cada caballo por un oficial. Un cuarto de hora después, vuelta a empezar, y en fin, tras de varios intentos, hubo que hacer tirar a los caballos de esta suerte: los del brazo derecho a la cabeza, y los de los muslos volviéndose del lado de los brazos, con lo que se rompieron los brazos por las coyunturas. Estos tirones se repitieron varias veces sin resultado. El reo levantaba la cabeza y se contemplaba. Fue preciso poner otros dos caballos delante de los amarrados a los muslos, lo cual hacia seis caballos. Sin resultado.

"En fin, el verdugo Samson marchó a decir al señor Le Breton que no había medio ni esperanza de lograr nada, y le pidió que preguntara a los Señores si no querían que lo hiciera cortar en pedazos. El señor Le Breton acudió de la ciudad y dio orden de hacer nuevos esfuerzos, lo que se cumplió; pero los caballos se impacientaron, y uno de los que tiraban de los muslos del supliciado cayó al suelo. Los confesores volvieron y le hablaron de nuevo. El les decía (yo lo oí): 'Bésenme, señores.' Y como el señor cura de Saint-Paul no se decidiera, el señor de Marsilly pasó por debajo de la soga del brazo izquierdo y fue a besarlo en la frente. Los verdugos se juntaron y Damiens les decía que no juraran, que desempeñaran su cometido, que él no los recriminaba; les pedía que rogaran a Dios por él, y recomendaba al párroco de SaintPaul que rezara por él en la primera misa.
"Después de dos o tres tentativas, el verdugo Samson y el que lo había atenaceado sacaron cada uno un cuchillo de la bolsa y cortaron los muslos por su unión con el tronco del cuerpo. Los cuatro caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron tras ellos los muslos, a saber: primero el del lado derecho, el otro después; luego se hizo lo mismo con los brazos y en el sitio de los hombros y axilas y en las cuatro partes. Fue preciso cortar las carnes hasta casi el hueso; los caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron el brazo derecho primero, y el otro después.
"Una vez retiradas estas cuatro partes, los confesores bajaron para hablarle; pero su verdugo les dijo que había muerto aunque la verdad era que yo veía al hombre agitarse, y la mandíbula inferior subir y bajar como si hablara. Uno de los oficiales dijo incluso poco después que cuando levantaron el tronco del cuerpo para arrojarlo a la hoguera, estaba aún vivo .Entonces, todo lo que queda del reo es un torso informe y envuelto en sangre que increiblemente hace un ademán de incorporarse y con una sonrisa en sus labios y gritando de satisfacción dice "¡¡¡Más!!!! ¡¡¡¡Más, por favor!!!
Los cuatro miembros, desatados de las sogas de los caballos, fueron arrojados a una hoguera dispuesta en el recinto en línea recta del cadalso; luego el tronco y la totalidad fueron en seguida cubiertos de leños y de fajina, y prendido el fuego a la paja mezclada con esta madera.
En cumplimiento de la sentencia, todo quedó reducido a cenizas. El último trozo hallado en las brasas no acabó de consumirse hasta las diez y media y más de la noche. Los pedazos de carne y el tronco tardaron unas cuatro horas en quemarse. Los oficiales, con unos arqueros a modo de destacamento, permanecimos en la plaza hasta cerca de las once.
"Se quiere hallar significado al hecho de que un perro se echó a la mañana siguiente sobre el sitio donde había estado la hoguera, y ahuyentado repetidas veces, volvía allí siempre. Pero no es difícil comprender que el animal encontraba aquel lugar más caliente."
lunes, 26 de mayo de 2008
Relato historico de canibalismo
por... EL OBISPO @ 14:31:00
Etiquetas: canibalismo, Educación, Inclasificable, relatos
jueves, 3 de abril de 2008
Las crónicas de Curtonates tercero (y II)
- De un viaje hacia la nostalgia y lo que acaeció en consecuencia
…Las piedras del suelo del scriptorium se humedecieron con las gotas de agua de nuestras túnicas que, a pesar de haber estado tan solo unos instantes bajo la lluvia, se hallaban empapadas. Alejados de los bancos donde durante el día nuestros hermanos consignan el saber del mundo al frágil papel, los mismos bancos donde a día de hoy escribo estas líneas, nos sentamos en unos taburetes. Unas cuantas velas que nos habíamos aprestado a encender iluminaban la escena. Cuantas veces habré observado los rostros de mis propios hermanos a la luz de las velas, cuantas veces observado como el fuego afila los rostros, aviva los perfiles, crea sombras donde no las hay. Recuerdo como de niño veía aterrado como rostros familiares, bondadosos durante el día adquirían rasgos inquietantes, casi malignos a la luz de las velas. La madurez había robado a las velas la capacidad de provocar tal efecto en mis sentidos. Sin embargo, ¡Oh, Misericordia!, ¿como explicar el escalofrío que sentí al ver los rostros de nuestros dos visitantes a la luz mortecina de las velas? Era como si la penumbra no enmascarase o pervirtiese el verdadero semblante de las dos figuras, sino más bien como si lo sacase a la luz. Con el corazón en un puño, y una muda plegaria en los labios, asistí en total silencio a la reanudación del relato del hombre que afirmaba llamarse Planta en un Tiesto:
>Llegamos al aeropuerto de Birmingham en muy poco tiempo, apenas una hora. Birmingham, la segunda ciudad más grande de Inglaterra, tras Londres. No era sin embargo el turismo, los lugareños, el clima o, Dios nos guarde, la comida lo que nos llevaba a ella, arrastrados como hojas en un río. No, era algo más ponzoñoso, más miserable, más egoísta. Era la nostalgia. Es curioso como las vivencias en un lugar cambian ese lugar y lo convierten en algo tuyo, cualitativamente diferente. Cada esquina, cada olor, un recuerdo. ¡Que perversa es la nostalgia, como deforma todo lo que toca! Pero estoy divagando…
> En el aeropuerto tuvo lugar una de esas situaciones que solo nos podían ocurrir a nosotros (con la ayuda eso si, de U.S. Airways, ¡gran feis!). Nos vimos en la necesidad de conseguir libras… cambiando billetes de dólar. Tras estar haciendo cálculos mentales sobre donde sería mejor, sobre si el cambio tal o cual, y aparentando ambos saber de lo que hablábamos, decidimos cambiar unos cuantos dólares por libras, y cambiar el resto en un banco del centro. Cogimos un tren al centro de Birmingham.
>Ya en el centro, al bajar del tren accedimos al centro comercial, ya que la estación esta dentro del mismo. Salimos a la calle del centro… sí, calle. El centro de Birmingham tiene una calle. Una gran ciudad, que duda cabe. Una vez más volvimos a encontrarnos con las mismas tiendas, el mismo ambiente. Eso si, al final de la calle del centro se alzaba un edificio inmenso que me era desconocido, no así al manubrio, que ya había visitado la ciudad un par de años antes. Se trataba de un gigantesco centro comercial con tiendas de lujo, un templo erigido al consumismo, con un lucerío deslumbrador, destinado a confundir al visitante casual con su brillo. Visitamos rápidamente una tienda de viajes donde cambiamos el resto de nuestros dólares y huimos.
>Nos encaminamos al Bed and Breakfast que habíamos reservado y, tras los habituales problemas para encontrarlo, llegamos al mismo. Por fuera no parecía nada sorprendente, pero lo cierto es que por dentro era un lugar muy acogedor: un salón comunal donde socializar con el resto de visitantes (no lo hicimos), Internet (no lo usamos),
>Una vez allí, tras engullir un bocadillo de atún en escasos minutos, visitamos el castillo. Manubrio de Ébano ya había estado allí antes, pero parecía disfrutar tanto como yo, que era mi primera visita al lugar. El castillo estaba realmente bien conservado, con una gran zona de jardines, un par de exposiciones, muñecos de cera de un enorme realismo y las ineludibles tiendas de regalos. Había habitaciones llenas de armas y armaduras, e incluso un foso de tortura, “the pit”. Esta última parte fue breve pero muy satisfactoria. Buscamos una zona que Manubrio recordaba de su anterior visita, “the torture dungeon”, pero no la encontramos. Preguntándole a una núbil jovenzuela, nos indicó que se había sustituido esa exposición por otra llamada “the dream of battle”, pero que, en sus propias palabras, “the dungeon was definitely better”. Compungidos sobremanera, nos fuimos al pueblo de Warwick, donde tomamos un café y tomamos el tren a Birmingham.
>Una vez allí, nos registramos finalmente en el hotel, y subimos a nuestra habitación. Ésta tenía tres literas, pero tuvimos la gran suerte de que solo teníamos un compañero de habitación. Resultó ser un japonés de pocas palabras con más pinta de perdido que un hijo de p*** el día del padre. El pobre intentó entablar conversación pero no le dimos mucha opción al respecto, y nos fuimos, tras darle las buenas noches en japonés, y respondernos él con un amistoso obrigado. A mi me dio un poco de pena, pero, aunque suene fatal, ninguno queríamos tener que hacer esfuerzos para comunicarnos con él, cosa que evidentemente hubiera pasado.
>Nos fuimos a tomar una pinta en un bar donde Manubrio había trabajado años ha, y tras recordar el pasado, fuimos a un pub donde pedimos fish and chips, que por cierto estaba delicioso. Es curioso como en los pubs ingleses también dan de cenar, y lo cierto es que así baja mejor la cerveza, una pinta es una medida un poco desaforada. Luego nos fuimos en busca de uno de los lugares emblemáticos de nuestra estancia en Birmingham, el club Snobs, una discoteca donde ponían música muy buena y con bebidas a buen precio.
> Nos perdimos, como no, y no encontrábamos el Snobs. Debió alarmarnos el hecho de que no viésemos a gente por la calle. Las discotecas estaban cerradas, y las calles estaban prácticamente desiertas. Fuimos presas fáciles. Sin previo aviso, cayeron sobre nosotros. Eran dos jóvenes de cara cetrina y rasgos salvajes que nos abordaron sin remisión. Afirmaban ser combatientes del ejército británico, heridos en combate, y que al día siguiente partían hacia Afganistán. Nos pidieron dinero para coger el autobús o tren, no lo recuerdo, que les llevaría el día siguiente a su base. El manubrio le dio dos pounds, mientras que yo, que solo tenía calderilla, les di unos 60 peniques, más o menos. Esto les enfureció, y nos increparon para que les diéramos más. Al final, hartos de insistir, se fueron en busca de otra presa. Respiramos de alivio. Por suerte, antes de irse, nos dijeron donde estaba el Snobs, que resultó estar justo al lado de donde habíamos partido como hacía cosa de media hora. Para colmo estaba cerrado. Frustrados, volvimos al hotel, no sin antes perdernos de nuevo y haber un conato de “pique”, ya que el manubrio afirmaba “¡Estoy seguro de que es por aquí!... Bueno, prácticamente seguro. ¡NO, SEGURO!”, y a mi casi se me cruzan los cables a lo Lobios. Una vez en el hotel subimos a la habitación donde nos recibió el japonés, que todavía estaba despierto cual lechuza.
> Al amanecer, después de desayunar, fuimos al campus universitario, escenario de tantas aventuras y desventuras hace ya muchos años. Tras advertir los cambios (edificios vacíos, edificios nuevos, edificios reformados), decidimos ir a comer. No a un lugar cualquiera, no, sino a la mejor tienda de comida rápida de todo Birmingham y, quizás, de todo el hemisferio norte. Me refiero al gran “Big John’s”, una tienda de sabrosísimos kebabs. Allí nos comimos una donner burger cada uno, deleitándonos de manera casi obscena en su textura y sabor. Llenos de satisfacción, volvimos al centro.
>Una vez en el centro decidimos pasar la tarde en Waterstones, una inmensa tienda de libros del centro. Tras comprar un par de libros y visitar un par de tiendas de música y de videogames, volvimos al hostal a organizarnos. Manubrio de Ébano quería ir a ver un concierto de un grupo llamado Breed 77, en un acto de comunión con el metal. Tras dudarlo un rato, al final también yo me animé, y sacamos las entradas en el local, que estaba a escasos de volver al local. Llegamos a tiempo de ver a los terceros teloneros, un grupo de “wimps and posers” que haría enfurecer a los mismísimos Manowar. Hacían mucho ruido y culminaron su actuación con el vocalista bebiendo un trago largísimo de una botella de jagermeister. Luego llegaron Breed 77 y el concierto no estuvo mal, salvo cuando el cantante pidió un “circle pit” en el local, impracticable por lo pequeño del mismo. Como resultado hubo las previsibles hostias entre el público, al empezar la siguiente canción dijo cual Judas: “to the guys in the circle pit: STOP. You are scaring the rest of the people”. Genial. A mitad de concierto me pitaban los oídos, y al final me aullaban, así que cuando acabó salí tambaleándome del local.
>Probamos suerte de nuevo en el Snobs. Esta vez estaba abierto, pero había una cola demencial. Nos pusimos en la misma pacientemente, solo amenizados por los lacóns de las jóvenes británicas semidesnudas. Pasada ya una hora, y cuando ya faltaban solo unos metros, un segurata gritó “It’s full, please GO AWAY”. Maldiciendo nuestra suerte, nos metimos en un pub que no conocíamos, cerca de los canales (lol) de Birmingham. Tras una agradable conversación, volvimos al hostal, donde el japonés ya no estaba. Su lugar lo ocupaba un italiano y un bulto sospechoso en otra litera.
> Tras desayunar sacamos dos billetes de autobús hacia Londres, la última parada de nuestro viaje.
- De una rápida visita a la capital del Imperio y del arte de no pagar por el alojamiento
La cera de las veras se iba consumiendo paulatinamente conforme la noche avanzaba. Ya no se oía el ruido de la lluvia. El silencio en el sciptorium era solo roto por las palabras de Planta en un Tiesto y, durante las pausas en su historia, por el sonido de nuestra respiración. Manubrio de Ébano permanecía en el más completo de los silencios, y a duras penas podíamos oír la suave cadencia de su respiración, queda como los pasos de un ratón en una losa de piedra.
Súbitamente, una visión, cual imagen surgida de un vasto Spiritus Mundi se me presentó ante los ojos. La oscuridad que nos rodeaba dio paso a una tenue luminosidad que brotaba del techo, de las paredes, del propio aire. Hallábame yo solo, donde hacía tan solo un instante estaban mis hermanos, con la sola compañía de estos dos mendicantes. De ambos parecía surgir una luz cegadora, pero que al mismo tiempo podía ser contemplada con los ojos desnudos, cual visión beatífica de la gloria divina. El hombre llamado Planta en un Tiesto permanecía en silencio con una enigmática sonrisa en los labios cuyo significado no alcancé a comprender. Manubrio de Ébano, silencioso cual tumba, levantó la cabeza lentamente, y habló. ¡Que prodigiosa voz! Mis oídos eran bendecidos con harmoniosos acordes de otro mundo, cuando le oí decir las siguientes palabras, que se grabaron a fuego en mi mente: “IN GIRUM IMUS NOCTE ET CONSUMIMUR IGNI”. Aturdido, conmocionado, aterrado, cerré los ojos. Cuando los volví a abrir, me encontré de nuevo entre mis hermanos ante las dos enigmáticas figuras. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Segundos? ¿Minutos? No tuve tiempo de detenerme a contemplarlo, pues de nuevo Planta en un Tiesto reanudaba su relato.
> En el autobús camino de Londres, después de dormitar un poco y escribir unas postales, pude tragarme una película entera en el portátil de un señor que estaba en el asiento en diagonal justo delante de mí. Era de un pingüino que en vez de cantar como hacían todos sus amiguitos, quería bailar o no se que tonterías. No lo se porque no escuchaba el sonido. Y no porque el señor lo tuviera con cascos, no, que lo tenía a todo volumen, sino porque me pitaban los oídos del concierto del día anterior.
>Ya en Londres, donde por primera vez en todo el viaje llovió (exceptuando las horas posteriores a llegar a Dublín, mientras estábamos en el aeropuerto maldito), tomamos un metro, comprobamos lo carísimo que es Londres, y nos pusimos en marcha hacia Greenwich, lugar de residencia de la bella I*****. Manubrio la había llamado mientras estábamos en Dublín, explicándole nuestras cuitas. Las palabras del Manubrio le llegaron al corazón, pues nos ofreció su casa y su desayuno. Tras pasar una horita en un enorme complejo usado para conciertos (tocaban los Eagles por una cifra astronómica, más de
>Un poco más tarde llegó a recogernos la bella I*****, y nos llevó a su casa, donde dejamos nuestras cosas. A continuación, la acompañamos a hacer una transacción económica por una bicicleta semi-nueva que tenía en casa. Esto causó gran indignación en el Manubrio, que consideraba que estaba perdiendo dinero con el trato. Para llegar al lugar donde se cerraría el trato el Manubrio, haciendo gala de gran habilidad (y elasticidad) consiguió no solo desmontar la bicicleta y meterla en el coche de I*****, sino que, a continuación, logró meterse él mismo dentro entre los hierros de la bicicleta. Una vez cerrado el trato nos dirigimos corriendo al celebre observatorio de Greenwich, donde al ser ya de noche no pudimos ver gran cosa por desgracia. Aun así, pudimos llegar a tiempo de observar de lejos el reloj atómico y la línea láser verde del paralelo 0. Luego nos echaron de allí de malos modos, porque ya era hora de cerrar.
>La siguiente parada fue un Balti que estaba en las cercanías de la casa de I*****, donde toda la comida estaba deliciosa, y yo mismo me hinche a comer como si no hubiera un mañana, ante los incrédulos ojos de Manubrio e I*****. Nos faltó tiempo para enemistarnos con el camarero, cuando le pedimos unos platos que tenía primorosamente ordenador según un orden que solo el entendía, y la comida tardó en llegarnos una barbaridad, pero valió la pena. A continuación volvimos a casa.
>Al día siguiente, tras un gran desayuno, tomamos un autobús, un tren y un metro hasta Londres. Aun con dudas sobre que visitar, nos decantamos por stiendo seguirá existiendo el Imperio Británico. También contemplamos las joyas de la corona: todos los cetros, orbes, coronas y accesorios de los reyes y reinas de Londres, así como los diamantes más grandes del mundo. Cuando salimos se puso a llover, y tras resguardarnos, nos fuimos a comer un sándwich en Londres. Tras ello, luego de una breve visita para comprar recuerdos a la familia, tomamos café en un Starbuck, donde asistimos a como a unos españoles les robaban una cámara de fotos (asistimos a la cara que se les quedó, no al robo en sí).
>El tiempo se nos echaba encima. Apenas habíamos visitado nada, y ya era de noche. Visitamos Westminster por fuera (el plan original era visitar la abadía, pero era festivo y no estaba abierto), y tras ello, Trafalgar Square, un lugar majestuoso, que nadie debería dejar de visitar y disfrutar. Subimos a las estatuas de los leones para hacernos las fotos de rigor, y con el estomago rugiendo cual ínclitas bestias, tomamos el metro para llegar a un restaurante.
>El restaurante en cuestión lo escogimos por el precio, ya que a estas alturas del viaje no nos sobraba el dinero, pero fue, quizás, el sitio donde mejor comimos en todo nuestra aventura, salvedad sea hecha del “Big John’s”. Por tan solo
>Súbitamente, Manubrio de Ébano comenzó a sentirse mal. Quizás la comida vegetariana le había jugado una mala pasada, o quizás tantos días de viaje hicieron mella en él, pero lo cierto es que tenía bastante mala cara. Decidimos volver a casa, cosa que de todas maneras nos convenía hacer cuanto antes si no queríamos coger un taxi, y tras un viaje en metro, tren y autobús, llegamos a casa, en medio de una ventisca atroz, que cortaba los labios como si tuviese cuchillas.
>Se levantó el sol, y con el nosotros. Tal era el frío que fuera estaba nevando, aunque no cuajaba en el suelo. Desayunamos, y nuestra anfitriona nos hizo jugar al muy anglosajón juego de los huevos de pascua, que había escondido por el salón de su casa. Una vez los encontramos y desayunamos, su padre nos llevó en taxi hasta la estación, donde nos despedimos. Tomamos un tren hasta Londres, y luego uno hasta Gatwick. Allí, tras esperas bastantes horas en una sala de embarque abarrotada, comimos y fuimos a un duty-free, en el que dimos rienda suelta a nuestro impulso consumista con nuestros mermados recursos restantes. Luego tomamos el avión, admiramos la belleza y los pechos de las azafatas, y con una sonrisa en los labios nos preparamos para regresar a nuestro hogar.
- De una fugaz visita a un viejo amigo, de el regreso a casa y de cómo acaba esta crónica
>Una vez en Madrid, tras salir del aeropuerto, nos encontramos con una muy agradable noticia: nuestro amigo de los tiempos de Birmingham, Davit B&S (Boundary and Sado para algunos disidentes) nos anunció que estaría en Madrid en su casa ese fin de semana, con lo cual podíamos hacerle una visita y pasar allí la noche. Nos recogió en
>Decidimos no ir al centro y quedarnos por la zona de Alcalá, donde cenamos en un restaurante de bocadillos. Disfrutando en todo momento de la compañía de nuestro viejo amigo, decidimos meternos en un típico bar de la zona, un pub Irlandés. A nuestras cabezas volvieron los recuerdos de Irlanda como imágenes en un flashback: “perrea, perrea”. Parecía que había sucedido hace ya una era…. Luego, derrotados físicamente, volvimos a casa, mientras escuchábamos canciones obscenas de un alegre cantautor local llamado “el chivi”.
>Esa noche fue uno de los momentos climáticos del viaje. Con toda la información de Internet a nuestro alcance, decidimos buscar imágenes y videos sórdidos, por alguna razón que ya no recuerdo. Goatse, Lemon party, Tubgirl,… todas imágenes repugnantes que se quedaron grabadas en nuestra memoria hasta el día de hoy. Sin embargo lo peor estaba por llegar. Tras ver unos videos en que unas jóvenes se tiraban pedos (!) tecleamos, a sugerencia de Manubrio, de manera inocente, las siguientes palabras: two girls, one cup. Yo no pude contemplarlo, tapándome los ojos. Manubrio y B&S, si que lo hicieron, y la expresión de su cara cambió de una de placida contemplación, a una mueca de repulsión y asco. Por amor de Dios, espero que nadie haya contemplado ese video esperando encontrar algo gracioso, sorprendente o un tema de conversación. NO. Ese video era simplemente repulsivo, vomitivo, asqueroso, repugnante, blasfemo, sacrílego, emético (en más de un sentido), inhumano… en resumidas cuentas, una perversión como no vi otra en mi vida, y espero no verla nunca más, eclipsando a Saló como nombre de referencia en ese respecto, con la diferencia de que Saló era ficción. Temblando, nos fuimos a dormir. Esa noche nos costó conciliar el sueño.
>Luego,el día siguiente pasó rápido. Comimos en la estación de tren y nos montamos en el TALGO tras despedirnos de Davit B&S. El viaje fue largo, y atravesamos media España. Vimos paisajes nevados, y campos, y luego cayó la noche. El tren se retrasó, cosa que una atribulada pasajera atribuyó a la política lingüística de
El fin de su relato fue interrumpido por el repique de las campanas llamando a Primas. Aun no había salido el sol, pero su claridad se adivinaba en el horizonte, despejando así la oscuridad que el relato de
Con el paso de los años, en la soledad de mi celda, me ha dado tiempo a cuestionarme muchas cosas. ¿Quiénes eran esas dos figuras? ¿Eran de verdad reales, o tan solo existieron en mi imaginación? Nunca hablé con mis hermanos de aquella noche, y ellos evitaron hacerlo a su vez conmigo. Pero las palabras de
viernes, 28 de marzo de 2008
Las crónicas de Curtonates tercero (I)
- De quien esto escribe y de los protagonistas de esta singular crónica
Gloria ad Domini. Sabed que me llamo Curtonates, el tercero de mi nombre. Habiendo vivido largos años de recogimiento en la humilde celda de mi monasterio, cuyo nombre considero oportuno dejar caer en el olvido, y viendo cerca el final de esta vida de pecador, hago uso, quizás por ultima vez, de mi gastada pluma para consignar por escrito una historia que escuché en una época pasada y, a los ojos de estos tiempos, muy extraña. Era muy joven cuando me fue contada y produjo en mi gran impresión en su momento. Si esto es atribuible a la vivacidad de la historia o a la conocida impresionabilidad de la juventud, lo dejo al buen juicio de ti, lector. Sabed, pues, que llegó a mis oídos de la boca de una pareja de hermanos mendicantes. Recuerdo el día que llegaron a la puerta de la casa monacal de nuestra orden. Sus figuras produjeron en mí una profunda impresión. Ambos eran de edad avanzada, y físico descuidado. Uno de ellos era de mediana estatura, con el pelo largo y enmarañado, tez morena, y caminaba encorvado, como si llevase una gran carga a sus espaldas. El otro hermano era más alto, de mirada perdida y triste sonrisa. Ambos vestían hábitos negros, como es habitual en su orden, y rogaron nuestra hospitalidad. Nuestro abad les ofreció una comida caliente y dos celdas donde pasar la noche. Tras la misa de nonas, algunos de los hermanos más jóvenes, ávidos de historias, nos acercamos a ellos y les imploramos que nos relatasen quienes eran y que hacían en una región tan alejada de la mano de Dios, loado sea Él, como es la montaña donde se halla nuestro monasterio.
El más alto de los dos habló. Decía llamarse Planta en un Tiesto. Nos contó que ambos venían de una tierra muy lejana, peregrinando y viviendo en mendicidad, siguiendo el ejemplo de los apóstoles. Buscaban, nos explicó, expiar las faltas de su vida de pecadores. Afirmó que eran supervivientes del fin de la tercera era. ¡La tercera era! Para jóvenes como nosotros su sola mención hacía que temblásemos como hojas de pura excitación. Muchas cosas se contaban de ella: maquinas que realizaban las tareas de humanos, paganismo, sodomía, estupro, herejía, extrañas armas capaces de destruir ciudades enteras… el gran cataclismo borró todo ese legado, devolviéndonos a una época de pureza y fe. Su compañero no había pronunciado palabra. Viendo nuestras miradas interrogantes, Planta en un Tiesto nos explicó que su hermano mendicante había hecho voto de silencio tiempo atrás como expiación por una pena en una villa que tenía por nombre Verinus, pena que la propia Planta no se atrevía a mencionar. Su nombre, nos dijo, era Manubrio de Ébano. Les rogamos que nos contasen una historia de la tercera era. Ambos sonrieron. Sin duda, peticiones similares por parte de otros jóvenes como nosotros no les resultaban desconocidas. La noche ya había caído hace rato. Los dos hermanos se sentaron en una roca que había cerca del edificio del scriptorium, y nos indicaron que nos acercásemos y nos sentásemos a su alrededor. Comenzaron así la crónica que ahora consigno al papel, para conservación de generaciones futuras, y que así sirva de ejemplo moralizante de los usos y faltas de una época felizmente olvidada. Trataré de reproducir sus palabras de la manera más exacta posible, con tan pocas licencias como mi agotada memoria me permita. Muchos términos resultaran extraños, como en su día me lo parecieron a mí, pero en interés de la verdad y de la pureza no puedo dejar de consignarlos, aun siendo crípticos para alguien de nuestra época. Narraré pues, las palabras tal y como yo las escuché en un lejano día de mi juventud. Así comienza:
- De un viaje frustrado y del triunfo ante la adversidad
>Habiamos recibido una invitación de una amiga común de la facultad para visitar Estados Unidos. ¡Estados Unidos! El viaje soñado… Rhode Island, Boston, Philadelphia, Washington, Nueva York… sobre todo Nueva York. Obtuvimos los billetes de avión con mucha antelación y logramos un buen precio por los mismos, volando con U.S. Airways. “Malo será que con una compañía estadounidense, algo vaya mal” pensamos. Craso error. Pero me adelanto. Tras coger un TALGO a Madrid, y dormir en el mismo la noche del jueves 13 al 14, llegamos a Barajas sin dificultad. La cierta apatía que nos embargaba los días antes al viaje, ante la incredulidad de que realmente fuéramos a hacer ese viaje, se había convertido en excitación.
>Estábamos en Barajas, en mal. La cola no avanzaba. Será un retraso, pensamos. Una pasajera (nunca un miembro de la compañía) nos dice que ha escuchado que el vuelo no va a salir, y que deberíamos ir a la cola de reclamación. La primera sensación fue de incredulidad. Nos fuimos a la cola.
>No habría más de tres metros entre donde estábamos nosotros y la cabeza de la cola, pero tardamos en recorrer esa ridícula distancia ¡dos horas y media! Alguna gente estaba enfadada. Otra lloraba. Otra estaba en silencio pero triste. ¿Nosotros? Riéndonos. Y la gente mirándonos, claro. Estar en una cola de gente enfadada/triste/llorando y empezar a gritar “¡Lacóns!”, “Cuando vayamos al bar, me tomo un cubata, ja ja”, o “Hey, vámonos a Dublín, que el lunes es San Patricio, ¡juas!” es una experiencia que nadie debería dejar pasar. Tras soportar varios intentos de gente de colarse en la fila, la mayoría con éxito, llegamos al principio, antes de que un americano modelo armario empotrado con una gorra de “U.S. Navy” se intentara colar infructuosamente, con la excusa de “My wife was here!” “She is on the phone!”. Entrañable.
>Nos informaron de que teníamos dos opciones: o nos metían en un vuelo el día 20 (volvíamos el 22) o nos devolvían el dinero. Elegimos lo segundo, claro. Nos dieron unos papeles justificantes de que habíamos perdido el vuelo. Eso si, ni mencionaron que podíamos tener un hotel para pasar la noche. Nos fuimos al bar. Allí nos dimos cuenta de que uno de los justificantes que nos dieron estaba mal escrito. Volvimos justo a tiempo de presenciar una gran escena. Uno de los que esperaban en la cola increpaba al americano modelo armario diciéndole en un ingles comanche “¡Us navi! Us navi! ¡Gran feis, gran feis!” entre las risas de la multitud. Tras darnos el papel, volver al bar, comprobar que estaba mal otra vez, volver con el Us navi, que incluso hizo una coña al respecto, volvimos al bar. Allí, el manubrio se pidió un cacique con cola, y yo una coca-cola king size.
>Derrotados y frustrados, pero negándonos a aceptar nuestro destino, pensamos a donde podíamos ir, ya que parecía que no sería finalmente a la tierra de Us navi donde íbamos a viajar. Como el chiste de ir a Dublín por San patricio nos había hecho gracia a los dos, decidimos que ese sería nuestro destino. Sin embargo, nos parecía que Dublín quizás se nos hiciese un poco escaso para una semana, así que desde allí bajaríamos al sur, haciendo parada en Birmingham, Londres y luego de vuelta a Madrid.
>Satisfechos por nuestra determinación, nos fuimos a comprar los billetes por Internet, pero la terminal no funcionaba bien, así que llamamos al Pato para que acudiese en nuestro rescate. A pesar que no creerse nuestra historia (solo lo hizo cuando finalmente reservó los vuelos que le habíamos pedido), fue diligente y eficiente. A día de hoy puedo decir: gracias pato. Porque sin él, ese viaje que empezó mal, hubiera acabado fatal, y no fue así, ni mucho menos.
>Con los vuelos ya reservados, nos ocupamos de la estancia en Madrid por la noche. Volvimos al mostrador de reclamación, y allí nos encontramos con dos jóvenes a los que les dimos mucha penita, un español y una argentina con rasgos asiáticos, que, no se como, consiguieron delante de nuestras narices un vuelo para el día siguiente. Seguramente porque sobornaron a los empleados con galletas. Increíble. Pero bueno, lo importante es que nos dieron las llaves del hotel que les habían dado (a nosotros no). Les dimos las gracias, y nos fuimos para allá.
>El hotel era inmenso, y de hecho, de acuerdo con su publicidad, es el más grande de Europa. Cuatro estrellas y un gran buffet, donde comimos a reventar. De hecho, nuestros amigos el español y la argentina hicieron buen uso del mismo en su visita al hotel, así como de la cama de nuestra habitación, no se si me entendéis. Por la mañana nos fuimos al centro de Madrid a dar una vuelta, donde vimos una manifestación contra el consumo de carne animal (“años que los humanos LES DEJAN vivir”), me inscribí en el maratón, y fuimos a la plaza mayor a tomar un café. Volvimos al aeropuerto y nos fuimos a Dublín.
- De un infernal aeropuerto y de una ciudad teñida de verde
Planta en un tiesto detuvo un instante su extraño relato. La oscuridad nos rodeaba, en una noche sin luna, y su voz nos llegaba lejana y queda, etérea como una aparición, como si la propia noche estuviera hablando. Hubo una pausa. Durante un momento, un silencio ensordecedor cayó sobre nuestro grupo. Alguien lo rompió con un pequeño carraspeo. Planta reanudo entonces su relato:
>Aterrizamos en Dublín el sábado por la noche. Tras comernos una minúscula Mac-hamburguesa, nos dispusimos a pasar la noche en el aeropuerto, ya que no teníamos hostal para esa noche. Nos tomamos un par de cafés en un bar “all you can drink for 2.75 €”, y buscamos unos asientos donde dormitar. No los encontramos. Muchísima gente estaba como nosotros durmiendo en el aeropuerto. Así que no nos quedó otra opción que dormir en el frío suelo.
>Debo aclarar una particularidad del aeropuerto de Dublín. Es un aeropuerto físicamente fascinante: en él, el tiempo transcurre más despacio que en el resto del mundo. Científicos de todo el mundo han intentado explicarlo, pero ninguno ha hallado una explicación racional al respecto. El manubrio de ébano, de constitución hercúlea (lol), no tuvo problemas para soportar los rigores de esta sorprendente anomalía de la realidad, y durmió a pierna suelta toda la noche. Yo no tuve tanta suerte. Permanecí despierto toda la noche, salvo por 10 minutos en los que me quedé dormido de puro agotamiento mental. Os animo a que penséis lo que es pasar 13 horas en un aeropuerto despierto, tirado en el suelo, con frío (porque además en ese maldito aeropuerto hacía frío), e intentando dormir. Además por megafonía, cada 10 minutos contados, decían a todo volumen “THIS IS A SECURITY ANOUNCEMENT: DO NOT LEAVE YOUR LUGGAGE UNATTENDED. UNATTENDED LUGGAGE WILL BE REMOVED AND MAY BE DESTROYED”. Este mensaje me perseguirá hasta el fin de mis días, grabado a fuego en mi mente. Tras pasar la noche en este vórtice infernal, llegó el día, y con él los demás viajeros, y el manubrio se despertó. En cuanto pudimos nos fuimos al hostal, tras esperar el autobús durante una hora con un frío insoportable (léase: no se podía soportar, literalmente). El hostal estaba en un pueblecito bastante lejos de Dublín. Luego en el hostal esperamos a la cola de recepción, solo ameniza
dos por la melodía del móvil de un joven delante de nosotros. La melodía decía algo así como: “Perrea, perrea, el chiki-chiki se baila así…”. Decidimos convertirlo en el himno de nuestro viaje, y de vez en cuando, independientemente de los estímulos externos, alguno de los dos decía “perrea, perrea” ante la atónita mirada de los lugareños, fuera cual fuera su nacionalidad. Ya en la habitación, y tras más de 24 horas sin dormir, caí inconsciente en la cama.
>Cuando me desperté, el manubrio había realizado una labor de reconocimiento del área, y tenía en la mano dos gorros verdes de leprechaun. Tras asearme un poco, decidimos ir a pasar la noche al pueblo, donde comimos en una hamburguesería muy buena, decorada a lo años 50, con gramolas en las mesas, y comida sorprendentemente buena. Eso si, cara, como todo en Irlanda. Luego fuimos al cine a ver “Vantage Point” una gran película donde Denis Quaid hace de americano-chapado-a-la-antigua-que-está-en-horas-bajas pero-que-al-final-supera-sus-limitaciones-y-salva-el-día. Muy gracioso ver al alcalde de Salamanca hablando en perfecto inglés (“welcome to my city”), el acento hispano de la gente que se supone española y la arquitectura árabe de salamanca. Se nos escapó alguna risa en el cine. De vuelta al hotel.
>A la mañana siguiente, tras hacer caso omiso de las indicaciones de la recepcionista (“go left in the roundabout”, “oye, vamos a la derecha”), llegamos a Dublín, la ciudad más cara del universo. El día era el propicio, Saint Patrick’s Day. Todo Dublín estaba en la calle, y un impresionante pasillo de gente vestida de verde atravesaba todo Dublín, dejando paso al desfile. Ataviado como lugareños con nuestros gorros de leprechaun, y tras buscar un sitio infructuosamente, nos colocamos en segunda fila, donde más o menos podíamos ver lo que pasaba. El desfile estuvo muy bien, pero yo me esperaba otra cosa. Es algo así como un carnaval de comparsas muy grande, con muchas bandas de música y la gente vestida toda de verde, y muy volcada en la fiesta. A fin de cuentas es el día nacional de Irlanda. De todas maneras estuvo muy bien. Cuando acabó y hubo desbandada general de cuervos verdes hacia los pubs, decidimos seguir su ejemplo y meternos en un pub irlandés (allí simplemente se les llama pubs) y nos tomamos unas pintas, únicamente por el hecho de poder decir la siguiente frase: “me tome una Guiness el día de San Patricio en Dublín”. Antes, aun así, nos tomamos unos cafés, donde al manubrio le calcaron 7 eurazos y medio por un café irlandés (allí le llaman simplemente caf… ah no, también le llaman café irlandés)
. Por la noche nos tomamos otra hamburguesa en la misma cadena de las hamburguesas del día anterior, y nos volvimos al hostal, camino del cual el manubrio me enseño muchos conceptos musicales, desde la génesis del metal (“if you are not metal, you are not my friend”) a los diferentes compases de las canciones, en tres y cuatro. Toda una lección magistral de un montón de conceptos que no conocía y con los que ahora podré ligar más (no caerá esa breva).
>Al día siguiente nos fuimos de nuevo al aeropuerto maldito. Nuestro plan era coger un ferry a Inglaterra, pero nos informamos de que estaba cerrado por el mal tiempo, y además era más caro que un avión. Así que pillamos otro vuelo a Birmingham por Internet. Pasamos otro par de horas en ese terrible lugar, y respiramos de alivio al surcar los cielos camino de
Las palabras de
Aquí concluye la primera parte de la crónica de Curtonates tercero
domingo, 24 de febrero de 2008
El caballero

Veo el reflejo en el agua y no veo al líder que debe llevar a su pueblo a la más importante victoria. Veo a un hombre derrotado que ha cometido tremendas atrocidades y que ahora llevará a un grupo de delincuentes, y de niños, y de ancianos contra el mayor ejército que ha conocido nuestra era.
Frío. Ha entrado mi lugarteniente en la tienda.
- Señor, un emisario
- ¡¡¿Qué?!!
- Ha aparecido entre la bruma matinal, nadie lo ha visto llegar.
- ¡Imposible! Escogimos este emplazamiento porque…
- Si señor, porque no lo conocían.
Me abro paso y salgo de la tienda precipitadamente. Mis tropas en silencio se levantan de las hogueras en donde se arremolinan tapados con lo que tienen a mano, y hacen pasillo al emisario que monta una majestuosa bestia, más grande que ninguna que yo haya visto. Tras de si la niebla oculta las montañas y picos que nos rodean, y yo creía, nos hacían inaccesibles.
Aquí precisamente se dice que nuestro pueblo comenzó su dominio sobre estas tierras. 1.000 años de progreso, 1.000 años de cultura, 1.000 años de continua lucha para mantener la libertad e independencia. 13 estandartes rotos y desgastados ondean al viento, recuerdo de las 13 familias que se unieron hace ya tanto tiempo. Los restos pedregosos de lo que parece haber sido un gran templo yacen esparcidos por todo el campamento. No puedo evitar pensar que el destino ha querido que donde todo empezó ahora puede acabar.
El emisario es un soldado digno. Armadura de resplandeciente nácar, con un enorme pájaro dorado en el pecho, con las alas abiertas. Un yelmo que le cubre toda la cara, salvo la boca y el mentón, dos medias lunas a la altura de los ojos y una cresta roja, que en seguida me doy cuenta es de pluma de Tulo, animal exótico y difícil de cazar. Bellas monturas decoradas lleva el pura sangre sobre el que se presenta. Reparo en que el animal respira con normalidad, no está cansado, a pesar de que el aire sale de su hocico con potencia pues es por el frío. Están cerca.
- ¿Quién es vuestro líder?
Mis hombres, sucios y harapientos, desnutridos despojos de nuestro pueblo, se van acercando al elegante animal. Y yo me pongo frente a él. Baja de su caballo y el emisario parece más alto, más fuerte y más digno que yo mismo. Tanto es así, que aún estando frente a frente él no reconoce quien comanda el ejército enemigo, y así vuelve a gritar “¿Quién es vuestro líder?”
- Yo soy.- digo con voz grave
Le indico el camino a mi tienda y allí con copa de panda en la mano comenzamos a hablar.
- La batalla no tiene porque celebrarse- dice el emisario a la vez que se quita el yelmo y da buena cuenta de su copa.
- Debo entender que os retirareis a vuestras tierras y tu, soldado, vienes a pedir disculpas por vuestras incursiones.
- He cabalgado con las huestes de Jeffar desde la batalla de Frammé. Vuestro ejército era fuerte y bien preparado, pero no hizo resistencia. Ahora hay 10.000 soldados bien pertrechados en el Valle de Kir´Gol esperando que regrese, y vos sois un grupo de niños y ancianos hambrientos que a penas pueden levantar un acero capaz de hundir nuestras armaduras.
- Yo nací, crecí y viví en Frammé. Luché en aquella batalla y cuando rompisteis nuestras líneas, corrí a mi casa y con este cuchillo (sacando una daga manchada de sangre del cinto) corté el cuello de mi esposa y mis tres hijos. Lo hice entonces para que no cayeran en vuestras manos, y ahora crees que voy a renunciar a la lucha por temor a dar la vida de estas gentes. Vienes aquí, a tierra sagrada e insultas a mi pueblo. Me insultas a mí.
Con mi mano izquierda agarro su cuello y él sorprendido no sabe defenderse. Suelta su copa e intenta apartar mi mano, pero no puede. Lo arrastro hasta uno de los antiguos estandartes, el de la familia Frammé y allí paso la daga por su cuello e intenta moverse pero lo inmovilizo y así muere lentamente. Clavo mi daga en su nuez y cojo un pequeño cesto de mimbre y alzo mi voz para decir.
- ¡Metedlo aquí dentro, después atadlo a su caballo!
Un joven de no más 8 años pregunta sorprendido “¿Cómo meterlo ahí?” pero no hizo falta respuesta pues los más antiguos sabían lo que hacer. Como animales hambrientos, gruñendo y gritando comenzaron a despedazar el cuerpo.
- Marcharemos hoy y los cogeremos por sorpresa, pues el lugar de la batalla nos es propicio.
Y con las primeras luces de la mañana partimos hacia el valle de Kir´Gol.
El viaje es penoso, aunque el camino es retorcido y no preparado para una gran marcha, ese no es el problema. Los más fuertes marchamos a pie, padeciendo frío intenso y los cortes en los pies. Los débiles montan en los caballos, de dos en dos, y cansan a los animales. La caminata es lenta y donde deberíamos haber llegado en un día, llegamos en dos.
Pasamos la noche en la colina de Connery y allí, con la luz de las hogueras miro los bellos bosques del sur y mi corazón se encoge pues contemplo el coste de un inútil esfuerzo. Tiempo atrás creímos buena idea quemar los bosques en plena batalla. Murieron miles de nuestros hombres, irremplazable pérdida, tanto como los propios bosques, ellos perdieron más soldados. Pero el enemigo se repone y envía más hombres y más hombres.
El valle de Kir´Gol está a menos de medio día de viaje pero prefiero dar un rodeo y llegar por un camino menos favorable. Temo a los vigías. Otros dos días de frío, hambre, cansancio… pero con satisfactoria recompensa.
Mi lugarteniente y yo marchamos hacia el valle sin ser vistos y analizamos sus posiciones. Sin duda son débiles por el norte. El valle tiene una pendiente pronunciada desde donde su defensa sería complicada.
Llegamos al campamento y allí, con la primera luz hablo a mis hombres.
- Los arqueros irán por el oeste y soltarán a nuestro “prisionero”. Cuando sus hombres estén atentos a tal visita, lanzaremos troncos incendiarios por la colina del norte, tras ellos irán hombres armados con espada corta y cargaran rápido sobre los desconcertados invasores. Luego se replegarán tan rápido como puedan. El enemigo los perseguirá y será el momento de los arqueros que apuntarán a sus espaldas. A la llamada del cuerno cargaremos con la caballería colina abajo y a la doble señal del cuerno todos los demás cargarán a muerte hasta el centro de su campamento. ¡Muerte al enemigo!
- ¡Muerte al enemigo!- dijeron todos a la vez
- ¡Muerte al invasor!
- ¡Muerte al invasor!- respondieron
- Descansad y comed bien, cuando el sol este en lo más alto emprenderemos el camino.

Y así fue. Llegando al valle arrastramos diez grandes troncos y los rociamos con oleos. Tras ellos estaban preparados los más débiles. Los miré con ojos firmes, intentando convencerlos de que serían capaces de hacer su trabajo, pero en mi interior sabía que no tenían opción alguna. Los supervivientes a la envestida morirían en la huida. Eran varios cientos de niños y ancianos…. Los había elegido para esta labor pues eran cebo y nada más. Eran débiles y lentos. No servirían en la lucha. Para la carga reservaba a los pocos soldados que me quedaban y los delincuentes, aunque sin disciplina, confiaba en que sabrían defenderse.
Los arqueros habían llegado y estando todos en nuestros puestos soltaron el caballo del negociador. Atado con cuerda y dentro de una cesta iban sus restos. Pronto dos soldados dieron la alarma y se arremolinaron unas decenas cerca del caballo. Fue ese el momento de soltar los troncos ardiendo, que nos servirían de protección y destruirían sus defensas…. Pero el enemigo estaba preparado. Tan pronto como soltamos los troncos y nuestros hombres corrieron tras ellos, la colina que bajaba al valle comenzó a arder. Un infierno que condenó a muerte dolorosa a nuestros hombres. Ellos esperaban que entráramos por allí. Ordené que el cuerno sonara tres veces, lo cual quería decir: “A la carga!”
Un caos. Nuestros arqueros se dispersaron y comenzaron a disparar a objetivos móviles, sin causar a penas daño. Soldados de Jeffar estaban ocultos en copas de árboles y fueron dándoles caza sin mayor problema. Nuestra caballería tuvo que dar rodeo, pues los caballos escapaban con buen criterio del fuego. Unos fueron por la izquierda y otros por la derecha. La caballería dividida no era fuerte, y aunque avanzaron algunos hasta casi el centro de su campamento, todos acabaron por los suelos. Los demás cargamos en pequeños grupos y fui viendo como mis peores temores se iban cumpliendo. No éramos rivales. Mis hombres golpeaban sin fuerza ni arte. A penas eran capaces de golpear a los soldados de Jeffar y cuando lo hacían, lo hacían sin causar daño.
Con mis dos espadas me abría paso entre alguna llama, el humo y muchos enemigos. Conocía bien sus armaduras y donde estaban sus puntos débiles. Atacaba con mano izquierda los muslos y cuando la sangre explotaba como el agua de una fuente, aprovechaba y les rebanaba el cuello. Los soldados atacaban todos con el mismo estilo. Sus movimientos eran siempre los mismos. Los conocía bien y rara vez me sorprendían. Cuando un soldado atacaba siempre lo hacía directo a la cabeza, les paraba el golpe con mano derecha y con la izquierda cruzaba la espada y la hundía en la axila, soltaban su arma y quedaban a mi merced.
Pero aunque la ira asesina brillaba en mis ojos y me sentía capaz de acabar con su ejercito yo solo, soldados y más soldados se empezaron a poner en mi camino y mientras estaban frente a mi pude con ellos, pero pronto empezaron a aparecer también por los costados y por la espalda, Me zafé de uno, de dos, de tres, de cuatro, de cinco soldados casi al mismo tiempo…. Hasta que una lanza atravesó mi coraza desde la espalda hasta el pecho y la veo salir y aunque la sangre brota no siento dolor. Las fuerzas me abandonan y los soldados se abalanzan sobre mi clavándome sus espadas hasta la oscuridad .

Por mis ojos entra toda la claridad del universo. Una luz inconmensurable que transmite paz y tranquilidad. Sin noción alguna del tiempo no puedo decir cuanto tardo en volver la oscuridad, pero sin duda lo hago, pues comienzo a rodear la luz hasta fijar un túnel que me invita a caminar. Allí voy y habiéndolo cruzado, me encuentro con un puente de piedra. Rodeado por nubes, comienzo a caminar y tan cierto es como que al principio me siento a gusto como que cada paso que doy me siento peor y la angustia se apodera de mi alma. Mas no puedo parar de avanzar. Las nubes, antes blancas tornan negras, y el camino era cada vez más sinuoso y retorcido. Descontroladas rachas de viento me empujan a los extremos del camino. Aún así llego a ver el final del puente. Un campo verde se extendía inmenso tras la última piedra. Pero el puente se estrecha más y más y cuando estiro mi mano para tocar la hierba caigo al abismo.
Cruzo las nubes negras, rayos, granizo y lluvia. Una caída veloz y lenta a la vez en la que pude reconocer el campo de batalla donde mi cuerpo yace desangrado. Y sobre él caigo y en el mismo momento del impacto… la oscuridad vuelve.
Espero tiempo y dentro de la oscuridad comienzo a oír cánticos lejanos. Emprendo el camino y me siento dentro de una selva oscura. Bajo mis pies desnudos siento tierra, ramas, hojas muertas. Una brisa maligna mueve los ramales de árboles y plantas a mi alrededor. Pasa tiempo y al fin veo al fondo una vieja y destartalada puerta gris donde después veo que reza “Dejad aquí toda esperanza” en una lengua antigua. Un resplandor rojo se escapa por entre sus rendijas. A medida que me acerco la sensación de no estar solo se hace más intensa y los cánticos, que me acompañaron en todo el camino, más sonoros. Dan miedo.
Estando delante de la puerta y con el resplandor rojo iluminando la oscuridad, comienzan a aparecer hombres desde lo profundo de la selva negra. Cantan cada vez más alto y me rodean. Me sobresalta cuando uno me toca y lo miro con sorpresa. No tiene ojos. En ese momento, por otro lado, me muerden. Me zafo, pero son demasiados y aunque empujo a unos, otros llegan y me muerden. Muerden y canturrean.
La puerta se abre y en ese instante paran. El calor golpea con una fuerza grotesca y el resplandor rojo lo ilumina todo. Paran de cantar y gritan desagradablemente. Corren despavoridos hacía la selva.
Un viejo penoso, enclenque, débil y cínico se aproxima y con su boca desdentada dice “No entres” pero yo, con desprecio y seguridad, le golpeo. Estando en el suelo se convierte en un gran guerrero; de barbas negras y onduladas, ojos saltones y cabeza arrugada. Gran fuerza y estatura, She´ol se llamaba, después lo supe. Con un golpe con el canto de su espada me introduce en la caverna.
Y heme aquí ante la eternidad y todo aquello que siempre temí aquí estaba.
La caverna es profunda y en ella fuego, humo, olor a azufre, gritos y llantos, crujir de dientes. Por doquier cuerpos retorciéndose de dolor, gente desnuda corriendo sin sentido corriendo entre las llamas de fuego, gritan y se pelean. Cuando uno cae al suelo todos se acercan a morderlo.
Aves de rapiña manipulan sierras oxidadas y cortan extremidades una y otra vez. Chacales y cuervos mordisquean los miembros cercenados.
Hay hombres atados de pies y manos con las entrañas de otros, y una fiera burlona acerca y aleja agujas a los ojos para hundirlas al final con malicia. Sucias tenazas arrancan dientes y suenan al igual desgarradores gritos e insoportables carcajadas.
Mujeres atadas a postes sufren el dolor del fuego, pero su carne no se consume.
Mentirosos tienen la boca sujeta con ganchos y con cucharones los sátiros vierten lava en su interior.
Y todos consumidos por un gran sufrimiento y cuanto más luchan más sufren.

Y al final de la caverna hay dos estancias. Una oscura, la otra más.
A la oscura llegan carros arrastrados por bestias peludas y cornamentadas que llevan cuerpos ya putrefactos, llenos de gusanos y cadavéricos. Los ponen en un púlpito y con cientos de cuchillos dentados los perforan hasta formar una masa sanguinolenta que se distribuye por toda la caverna.
En la otra es donde acaban las almas que ya se han desprendido de sus cuerpos. Al principio lloran y se quejan, torturadas por el paso del tiempo. Pero luego, aburridas, simplemente están.
Y ese es mi destino.