El Obispo sigue madurando con los años, al igual que el buen vino, ese que toma con fruición mientras oficia la santa misa, transmutando su sagrada sustancia en la sangre de Cristo.
Por ello, unamos nuestras manos, dándonos la paz, y alcemos nuestras voces en un Laudamus, pues nuestro ilustre prócer nos acompaña a toda la grey del señor en nuestra travesía hacia un más allá mejor. ¡Felicidades bishop!
3 comentarios:
Úngenos con tu saber y bonhomía, oh provecto ministro de la iglesia! Felicidades!
Apestáis todos y cada uno de los miembros de la progenie, a mediania moral y aburguesada mediocridad.
El término medio, en este campo, no es sino un fiel reflejo de lo que veréis cada vez que estéis delante de un espejo: una percha, desagradable, para vuestro cuerpo.
Gracias.
Yo también maldigo el día en que naciste, no por haber nacido tú, es que enero siempre es un mes difícil (sobretodo si después de coger una gripe de caballo se te viene encima una gastroenteritis aguda que requiere suero por vena en urgencias, por poner un ejemplo, y sin personificar en nadie). Habiendo hecho esta apreciación me uno al sentir colectivo cual oveja que se dirige a la boca del lobo para trasnmitirle mis felicitaciones, oh, bispo.
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